lunes, 10 de marzo de 2025

RELATO EL PLAN

EL PLAN Claudia estaba sorprendida, aquella llamada que la había traído hasta aquí era lo más extraño que esperaba, y le pudo la curiosidad.Restauradora de gran prestigio que trabaja para los mejores museos europeos. Ahora se encontraba en aquel monasterio, en la montaña gallega. Llegó de noche, era invierno y lo único humanamente tolerable era el fuego de la chimenea. La lluvia que la acompañó todo el camino y la humedad verdosa de las piedras oprimían el corazón más exaltado. Sor Adela, la madre superiora, la llevó a la celda que ocuparía esa noche y las venideras. A la mañana siguiente le enseñó el trabajo para el que había sido llamada. Claudia se enfrentó a un cuadro de la crucifixión; solo se adivinaba, pues toda la pintura se encontraba ennegrecida por el humo de los cirios a los que estuvo expuesto. Había aceptado el trabajo tras la petición de su viejo profesor, así que se puso a la restauración, cuanto antes acabara antes regresaría a Madrid. Tras preparar el lienzo comenzó a limpiarlo con una emulsión disolvente, poco a poco fue llegando a los colores originales, como buena especialista que era, revisó también el reverso del cuadro. Esto despertó su curiosidad, el autor, de la escuela Caravaggista de Utrecht, había escrito en varios idiomas la palabra “El Plan”. Claudia era atea, por eso éste no era el tipo de cuadro que más le atraía, veía los cuadros religiosos tan solo como un conjunto de formas y colores y solo su técnica le parecía interesar. En pocos días tenía la zona de la crucifixión lista, estaba a la altura del pie de la cruz. Bajo ella aparecía una especie de colina negra, era la parte más sucia, al estar más abajo fue la zona más expuesta al humo. Al ir poco a poco retirando la pátina negra empezaron a asomar pequeñas figuras y encima de cada una de ellas el pintor había escrito una diminuta frase. Dos semanas después, estaba tan absorta en el trabajo que le dedicaba más de quince horas diarias, las monjas la venían a rescatar para las comidas y como conocían su condición de no creyente no la avisaban para la liturgia de las horas. Claudia estaba embrujada, pensó, al ver que miles de pequeñísimas figuras representando oficios, artes, hasta maleantes y asesinos se encontraban allí representados. Todo lo escrito por el pintor cobraba sentido en la marisma de gentes pintadas, buscando entre las figuritas aparecían su familia, sus pecados, sus deudores o sus antepasados, era una especie de árbol genealógico de la sociedad. En las largas noches frente a la pintura descubrió que el Cristo miraba fijamente todo lo que ocurría abajo, y lo más sorprendente era que todas las figuras tenían un motivo para hacer lo que estaban haciendo. Dos meses después el cuadro estaba listo para ser expuesto, limpio y protegido, así que, Claudia llamó al Obispo para que preparara la exposición. Ella aún estuvo con la pintura un par de días más, porque aquel cuadro había revivido en su mente el recuerdo de las tardes de estudio con su padre; él era creyente. “Hija mía, Dios, de existir, tiene que tener un plan tan complejo que jamás seremos capaces de comprenderlo, seguro que si tuviéramos su perspectiva sería más fácil”. Aquel pintor lo había representado bien, toda la sociedad a los pies del crucificado. Seis meses después llegó el día de la inauguración y fue invitada a ella. El cuadro se encontraba expuesto en una de las trompas de la nervada cúpula medieval, bien iluminado. Claudia palideció al ver que todas las diminutas inscripciones sobre las figuras, misteriosamente, habían desaparecido. ¿Había sido un sueño? Nunca lo sabría, la perspectiva de ese Cristo desmesuradamente grande sobre los mortales diminutos le abrió una ventana al “inmenso plan” P.p. Regueiro https://archive.org/details/relato-el-plan-p.p.-regueiro

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