LA CURIOSIDAD HUMANA
Para seguirla tuve que cruzar océanos oscuros bajo tormentas espantosas. Los barcos en los
que navegaba lloraban a través de quejidos lastimeros de sus tablones y cuadernas; gracias
siempre a capitanes intrépidos llegué a costas que me recibieron como amigo, donde vi
pueblos y gentes tan distintos, culturas primitivas o futuras.
Luego, en tierra, la busqué atravesando desiertos de arenas multicolores donde mis labios
resecos y cuarteados, eran grifos dolorosos de mis aguas. Algunas veces sobre vetustos
camellos y, en otras, montando caballos árabes jibbah.
Su búsqueda es interminable, atravesé en mi obsesión las selvas más espesas, donde la
enfermedad y los mosquitos acechan constantemente, mas, seguí preguntando.
Alguna vez mi insistencia puso el ojo negro de un arma amenazante frente a mi pecho, sin
embargo, no fue suficiente para detener mi búsqueda.
He conocido todas las religiones, preguntado a todos sus dioses, escuché sus cantos y sus
llantos, también allí, vi arder los muertos en un fuego balsámico, en otras ocasiones el olor a
moho primitivo me avisaba de que estaba dentro de una tumba, pese a todo, continué.
Ya mayor en mi tiempo, miré el Universo, busqué en las inmensas distancias, tan lejos que yo
mismo quedaba reducido a menos que nada pero, no cejé en el empeño.
Luego, en los libros más antiguos, en los libros primigenios también en los nuevos, ella
siempre dejaba alguna ventana o un resquicio por donde seguir mirando.
Sé que será así hasta el fin de mis días, la curiosidad me embarga.
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