domingo, 4 de mayo de 2025
RELATO LA CIUDAD NIUEVA
LA CIUDAD NUEVA
Fermín se levantó y se asomó a la ventana. Hacía una mañana soleada y se
veía a la gente paseando sin abrigo, se conoce que está buena temperatura.
Iré a recorrer un poco la ciudad, tengo ganas de conocerla –pensó.
Se vistió un pantalón de pana, un jersey marrón y una americana de
cuadros sport que encontró colgada en el armario.
Me encanta este conjunto, casi no me acordaba de él.
Buscó algo de dinero por los bolsillos, no tenía. Luego los cajones de
la habitación y allí sí, unos billetes de veinte euros. Tomó uno y se dijo:
Hasta la hora de comer me llega, total para un café y el autobús llevo
bastante.
Salió de la casa y cruzó el pequeño jardín. Todo era nuevo, las calles
se mostraban alegres y allá a lo lejos, se veía como un mercado. Siempre le
habían encantado los mercados, adoraba ver los productos de la zona, las
verduras y los puestos de carne. Cada lugar tenía sus propias peculiaridades
y eso le fascinaba.
Caminó unos quinientos metros, hasta que se vio rodeado de gente.
Los puestos desperdigados, tomates preciosos, un escenario multicolor
frente a los ojos. Estaba feliz, siguió por el mercado, las carnicerías estaban
abarrotadas, tenía que empujar suavemente a la gente para poder ver que
productos vendían.
Fermín estaba enamorándose de esa ciudad desconocida. Para
rematar la sorpresa de aquella primera visita, frente a él, pudo ver una
churrería, clásica, con sillas de madera y mesas de mármol, le recordaba a
una a la que su padre lo llevaba los domingos a comer churros y chocolate.
Entró en ella y los aromas lo invadieron de recuerdos lejanos, una
sonrisa y casi una lágrima de felicidad aparecieron al mismo tiempo.
Se sentó y pidió unos churros y un chocolate. Sabía que el chocolate
no le iba muy bien para su diabetes, pero un día tan especial como hoy
merecía un pequeño sacrificio.
Cuando terminó, sin darse cuenta, casi se marcha sin pagar, pero la
camarera muy amable le ayudó y todo quedó en una anécdota simpática.
Salió a la calle y el mercado se había vaciado bastante. Le entró la
duda de si era a la izquierda o a la derecha, pensó un poco y sin mucha
seguridad caminó hacía la izquierda.
Llevaba un buen rato caminando cuando un hombre joven se acercó
a él y le sujetó el brazo con cariño.
Papá ¿estás bien?
¿Yo? – Fermín miró sorprendido al joven desconocido.
Sí, anda ven conmigo, ¿has vuelto a la churrería? Paco, lo miró sonriendo.
Era muy amable con él, pero ¿por qué lo llamaba papá? Y ¿cómo sabía que
le gustaba ir a la churrería? Pensó Fermín mirándolo
Paco, el hijo de Fermín, quien lo seguía cada mañana, lo convenció
para regresar a casa. Paco, sabía que era peligroso cederle la libertad de
salir de casa a su padre solo, pero él lo seguía con cuidado para ver el rostro
de felicidad que lo cubría. Permitiría que creyera que cada mañana
descubría una ciudad nueva hasta que aquello acabara.
¿Al fin y al cabo quién vive en la realidad? P.p. Regueiro
https://archive.org/details/la-ciudad-nueva-relato-de-p.p.-regueiro
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