CON LA CASA EN LA MOCHILA 2.0_BLOG
lunes, 24 de marzo de 2025
ENTREVISTA A ROBERTTI GAMARRA sobre el libro SECRETA VOLUNTAD DE MORIR
SECRETA VOLUNTAD DE MORIR
© ROBERTTI GAMARRA
1980. El día del atentado terrorista contra Anastasio Somfoza Debayle en Asunción, Paraguay, la vida de Primitivo Cantero se deshace y se lleva por delante a su hermano Secundino, a su hermana Divina y a su hijo Celso. ¿Sabrá Celso, un niño de 10 años, comprender y aceptar la situación? ¿Cómo influye la dictadura en una familia vigilada subrepticiamente por los militares? ¿Podrá Secundino sostener a la familia mientras busca a Primitivo, quien debe aclarar su relación con los terroristas? Al tiempo que Celso idealiza una convivencia imposible con su padre y su madre, crea su propia realidad imaginándose historias en el patio de su casa. ¿Cómo consigue Celso coexistir con los adultos cuando ser un niño es prácticamente no ser nada?
Esta es la historia de un niño de 10 años que sobrevive a las ausencias y descubre el mundo por sus propios medios, que relata la dificultad de convivir con las restricciones, las amenazas y la traición de amistades impostadas en una sociedad anclada en casi 40 años de dictadura militar
https://archive.org/details/entrevista-robertti-gamarra
PROGRAMA 454 CON LA CASA EN LA MOCHILA
Comenzamos el programa leyendo el relato "La Librería", que está escrito por nuestro amigo y compañero Pp Regueiro.
—Hoy tenemos el privilegio de contar con un invitado muy especial en nuestro programa; a continuación estará con nosotras/os el periodista de profesión Robertti Gamarra, también escritor hispanoparaguayo, que lleva más de 35 años viviendo en Madrid. Termina de publicar "Secreta Voluntad de Morir"; es una novela que nos transporta a la Asunción de 1980, un escenario marcado por la sombra de la dictadura y el miedo que permea cada rincón de la vida cotidiana. A través de los ojos de Celso, un niño de 10 años,
—Voy a dar mi opinión sobre el titular con el que apareció una noticia en la página de sucesos el pasado jueves a la tarde en el Periódico de Aragón. No es el único medio de comunicación que no tiene sensibilidad ni humanidad a la hora de titulares cuando se trata de los/as más vulnerables; también contaré el caso de Antonio, una persona que conocí hace unos años.
https://www.radiotopo.org/con-la-casa-en-la-mochila-454-23-3-2025/
TITULARES PRENSA DESPECTIVOS CUANDO SE REFIEREN A PERSONAS MUY VULNERABLES
Dos indigentes hallan muerto a un mendigo con el que vivían en un bajo abandonado en Zaragoza este es el titular con el que aparecio una noticia en la pagina de sucesos el pasado jueves a la tarde en el Periodico de Aragón
.El titular usando los términos como "indigente" y "mendigo", para mi son percibidos como despectivos y estigmatizantes. Estas palabras reducen a las personas a su condición de pobreza o situación de calle, ignorando su dignidad y humanidad. En su lugar, podrían emplearse expresiones más respetuosas y neutrales, que no definan a las personas únicamente por su condición socioeconómica.
Un enfoque mas adecuado no solo evita términos peyorativos, sino que también humaniza a las personas involucradas, reconociendo su condición sin reducir su identidad a estereotipos negativos. Es importante que los medios de comunicación traten estos temas con sensibilidad, ya que el lenguaje que utilizan influye en la percepción social y puede contribuir a perpetuar estigmas.
En las calles de la ciudad, entre el bullicio de los coches y el ritmo acelerado de la gente que camina con prisa, hay historias que pasan desapercibidas. pero que están ahí, latentes, en cada rincón donde alguien sin hogar busca refugio. Historias que merecen ser escuchadas, comprendidas y respetadas, pero que, en cambio, son reducidas a palabras frías y despectivas: "indigente", "mendigo", "vagabundo". Palabras que, lejos de describir la complejidad de una vida, la encasillan en un estereotipo que la sociedad prefiere ignorar.
Recuerdo una vez, hace algunos años, cuando caminaba por el centro de la ciudad y me detuve a hablar con un hombre que en ese momento pedia una ayuda. Su nombre era Antonio, y su mirada tenía esa mezcla de cansancio y dignidad que solo adquieren aquellos que han luchado contra viento y marea. Me contó que había perdido su trabajo durante la crisis económica, que su familia se había desintegrado bajo el peso de las deudas y que, poco a poco, se había visto arrastrado a vivir en la calle. "Nadie elige esto", me dijo con una voz quebrada pero firme. "Nadie quiere ser invisible".
Antonio no era un "indigente", como lo describiría cierta prensa sensacionalista. Era una persona con una historia difícil, con sueños rotos y con una dignidad que, a pesar de todo, seguía intacta. Era alguien que había sido golpeado por la vida, pero que no había perdido su humanidad. Y sin embargo, cada vez que abría un periódico o escuchaba las noticias, se sentía reducido a una etiqueta, a un problema social que la sociedad prefería ignorar o, peor aún, despreciar.
Esas palabras, "indigente", "mendigo", "vagabundo", no solo son despectivas, sino que también son injustas. Despojan a las personas de su identidad, de su historia y de su valor como seres humanos. Las convierten en algo que parece ajeno, en un "otro" que no merece empatía ni comprensión. Y lo más triste es que, al hacerlo, refuerzan el estigma que ya pesa sobre ellas. La gente lee esos titulares y, en lugar de ver a una persona, ve un problema. En lugar de sentir compasión, siente rechazo. Y así, el círculo de la exclusión y la indiferencia se perpetúa.
Pero detrás de cada persona que vive en la calle hay una historia. Hay sueños que se desvanecieron, oportunidades que nunca llegaron y redes de apoyo que se rompieron. Hay personas que lucharon contra enfermedades mentales, adicciones o violencia doméstica etc , y que no encontraron la ayuda que necesitaban. Hay madres, padres, hijos e hijas que, en algún momento, fueron parte de una familia, de una comunidad, pero que, por circunstancias ajenas a su voluntad, terminaron en la calle. Y todas esas historias merecen ser contadas con respeto, con empatía y con la intención de entender, no de juzgar.
La prensa tiene un poder inmenso. Puede dar voz a los que no la tienen, puede humanizar a los que han sido deshumanizados y puede cambiar la forma en que la sociedad ve a las personas sin hogar. Pero para hacerlo, debe dejar de usar un lenguaje que estigmatiza y degrada. Debe dejar de reducir a las personas a etiquetas y, en cambio, contar sus historias con la profundidad y el respeto que merecen.
Porque Antonio, y todos los Antonios que hay en el mundo, no son "indigentes". Son personas. Personas que han vivido cosas que muchos de nosotros no podemos ni imaginar, y que, a pesar de todo, siguen adelante. Personas que merecen ser vistas, escuchadas y tratadas con la dignidad que todo ser humano merece. Y es nuestra responsabilidad, como sociedad, exigir que la prensa y todos nosotros les demos el trato que se merecen. Un trato humano, compasivo y respetuoso. Un trato que no los reduzca a palabras vacías, sino que les devuelva su lugar en el mundo.
Eso es lo que deseo. Un mundo en el que nadie sea invisible, en el que nadie sea tratado con desprecio por su situación, en el que todos tengamos la oportunidad de ser vistos, escuchados y valorados. Porque al fin y al cabo, la forma en que tratamos a los más vulnerables es un reflejo de quiénes somos como sociedad. Y yo quiero vivir en una sociedad que se preocupe, que respete, que ame. Una sociedad en la que nadie sea dejado atrás
por ultimo les recuerdo nadie esta libre de caer en una situacion asi, el hilo es mucho mas fino de lo que se pueda llegar pesar cuando las coasas van muy bien nadie cree pueda llegarle a pasar pero, como anterior mente comente todo el mundo tiene o a tenido padre, madre, hijo, hija o un familiar etc y cualquier circunstacia ajena a sus voluntades puede llevarles a una situacion de vulnerabilidad, me gustaria que los titulares de prensa trataran estas situaciones con mas sensibilidad y humanidad
Pepe Fernández
Coordinador Programa
ConLaCasaEnLaMochila
Radio Topo ZARAGOZA
https://archive.org/details/titulares-de-prensa-despectivos
RELATO LA LIBRERIA
LA LIBRERÍA
Juan, era un tipo huraño, prácticamente había perdido la relación con todo el
mundo, allí en el trabajo tan sólo mantenía conversaciones profesionales y
escuetas.
Desde que murió Carmela, aquel fatídico año en el que el sol se volvió
opaco, Juan, ya no tenía de que hablar.
Los últimos días, en la oficina, había corrillos de compañeros que
cuchicheaban, siempre en torno a algún libro, Juan, sin importarle
demasiado, creyó que sería algún fenómeno editorial y no volvió a prestarle
atención.
Sin embargo, aquello cada día que pasaba se hacía más frecuente, y
una mañana ocurrió, Lucía que era casi la única que le hablaba alguna vez,
se acercó y le dijo:
-Juan, deberías de visitar la librería de viejo que hay en la calle Rey
Folgar. Es un lugar único, entras y un viejo librero ya tiene un libro en la
mesa del mostrador donde se sienta, preparado para ti.
-¡Qué estupidez! Respondió Juan en el tono habitual de desprecio por
todo.
-Sabes que yo también me quedé viuda, lo llevé mejor que tú, pero el
viejo librero me dio un libro que al leerlo me liberó de una pesada carga.
Vete allí, no pierdes nada. Recuerda calle Rey Folgar.
Juan, antes de mediodía ya había olvidado la conversación y se había
centrado en su trabajo.
Aquella noche, Juan, se había quedado sentado en su sillón habitual
viendo fotos antiguas, y uno tras otro tomó seis o siete cafés que al final
consiguieron desvelarlo. Al ver que la noche era agradable y que no
conciliaba el sueño cambio el pijama y las zapatillas por unos vaqueros,
camiseta y zapatos y, salió a caminar.
Fue deambulando por la ciudad y sin darse de cuenta, centrado en sus
dolorosos pensamientos, se encontró en la calle Rey Folgar, a esa hora todos
los locales se encontraban cerrados, todos menos uno que sus luces
iluminaban la acera.
Curioso, Juan, se acercó al local, supuso que sería un bar o algo así
por la hora que era. Al llegar, vio sorprendido que era una librería, miro
arriba y a los lados, carecía de cartel alguno, pero rápidamente le vino a la
mente el recuerdo de la conversación en el trabajo con Lucía. Decidió entrar,
la puerta estaba entornada, el olor a papel viejo, nuevo y madera envolvían
la estancia, llena de estantes en los que había multitud de libros. Al fondo del
largo pasillo pudo ver una mesa de caoba con una lámpara de gas ¡Qué
locura! – pensó, con esto lleno de papel tener una lámpara de llama es una
insensatez. A medida que se fue acercando pudo ver al pequeño hombre que
se sentaba al otro lado, un ser delgado y casi diminuto, con grandes gafas
negras que lo miró sin dedicarle ni un triste gesto.
-Buenas noches –dijo Juan
-Aquí tiene su libro –contestó el hombrecillo sin mostrar ningún
sentimiento en su cara.
-No, no deseo comprar, tan sólo entré…
-Debe llevárselo –le cortó el hombrecillo –lo ha dejado para usted.
-¿Para mí? ¿Quién lo ha dejado?
-Yo no sé quien los deja, tan solo estoy aquí para entregarlos.
Juan, no supo que decir, tomó el libro empaquetado y sacó la billetera.
-Es gratis –le contestó el hombrecillo de las gafas.
Juan, se sintió incomodo e insistió, el hombrecillo de las gafas lo miró
con su cara sin gestos y le dijo:
-Tengo que cerrar ya, ¿sería tan amable de salir?
Esto todo es una locura iba pensando Juan de camino a su casa, con el
libro bajo su brazo.
Era ya casi de madrugada cuando llegó, se descalzó y abrió el paquete,
el libro parecía un diario, se sentó y comenzó a leerlo.
Estaba manuscrito, contaba cosas de una mujer, sus sentimientos, las
aventuras diarias, los planes, los realizados y los que quedaron para el olvido.
Todo el libro estaba lleno de risas que hacían eco en la mente de Juan,
le llevaban de un lugar a otro y todos conocidos. No pudo ir a trabajar al día
siguiente, eran ya las diez de la mañana cuando acabó de leerlo y se quedó
dormido.
A las cuatro de la tarde despertó, en su sillón y con el libro entre las
piernas, se desperezó y se arregló para salir, tenía que hacer algo hoy.
Salió a la calle, tras una noche calurosa el viento del sur había traído
agua, llovía mucho. Juan estaba más feliz que nunca, así que iría a contárselo
al librero.
Llegó a la calle Rey Folgar, empapado, sin embargo no sentía frío.
Recorrió la calle, muy distinta de día de como la vio de noche. Fue en una
dirección y en otra, no encontraba la librería, preguntó a un señor que
desatascaba un sumidero y le dijo que no recordaba ninguna librería en
aquella calle y él llevaba viviendo allí setenta años.
Muy sorprendido, Juan decidió llamar a su compañera de trabajo Lucía
para contarle lo ocurrido.
-Lucía ayer visité la librería que me recomendaste y…
¿Yo?- le cortó Lucía – No hablé contigo de ninguna librería. ¿Te
encuentras bien Juan?
Juan colgó el teléfono, la lluvia corría por todo su cuerpo, el libro estaba
empapado y su mano cubierta de tinta disuelta por la lluvia.
Abrió la última página y leyó el final.
-Me has hecho muy feliz, Carmela.
Era la letra de su mujer que poco a poco el agua iba borrando.
Juan miró al cielo y sonrió, como hacía mucho que no sonreía,
entonces, paró de llover. P.p. Regueiro
https://archive.org/details/relato-el-libro-de-p.p.-regueiro
viernes, 21 de marzo de 2025
PROGRAMA 453 CON LA CASA EN LA MOCHILA
Programa 453 Con La Casa En la Mochila
Comenzamos el programa leyendo el relato "La dignidad no está en lo que poseo", y está escrito por nuestro amigo y compañero Pp Regueiro.
—Hoy tenemos el privilegio de contar con una invitada muy especial en nuestro programa, alguien que conoce de primera mano uno de los problemas más urgentes y silenciosos de nuestra sociedad: la pobreza energética. Ella es Lara Alba, socióloga de formación y experta en participación social y proyectos en EAPN España (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social). Además, Lara es coordinadora territorial del Proyecto de Monitorización de la Pobreza Energética en EAPN España. Lara no solo es una voz autorizada en este tema; según tengo entendido, es un fiel oyente de nuestro programa, lo que nos llena de orgullo.
—Voy a dar mi opinión de lo que estoy muy convencido hacen las direcciones de medios de comunicación que dependen para salir adelante de subvenciones, publicidad y apoyos económicos de diversos actores, sean gobiernos, corporaciones o grupos de interés. Este modelo, aunque permite la supervivencia de muchos medios, en mi modesta opinión compromete la independencia y libertad de expresión que deben ser pilares fundamentales del periodismo.
https://www.radiotopo.org/con-la-casa-en-la-mochila-453-16-3-2025/
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